Una de Héroes con Autoestima

Este Post es una colaboración de J.A. GONZÁLEZ.

Nuestro héroe Julio Cesar

Me gustan desde niño las películas de romanos. A ese gusto infantil se añadió con el tiempo el interés por el mundo clásico: novelas, museos, restos arqueológicos… Hace no mucho, revisando las fotos  de una excelente exposición en Madrid sobre Alejandro Magno, descubrí qué tenía en común el macedonio con otro de mis personajes favoritos, Julio Cesar.

Alejandro y Cesar fueron grandes gobernantes, líderes excepcionales, héroes, mitos… Todo eso no es novedad, pero caí en la cuenta de que fueron grandes porque su autoestima fue enorme desde su primera infancia. Se sentían grandes, destinados a hacer cosas de gran mérito y valor, y sabían que únicamente podían conseguirlo si hacían que los demás se sintiesen grandes.

Lo más extraordinario es que todo ello les ocurrió porque ambos creyeron, durante toda su vida, un cuento infantil sobre si mismos. Qué cosas, ¿verdad?

Cesar fue grande porque, tal vez una tarde mediterránea y primaveral de mayo, probablemente Aurelia, su madre, o Julia, su tía paterna, le contaron que el primer Julio nació de la unión del héroe Eneas y de la diosa Venus, y que los Julios por su estirpe divina están destinados a hacer grandes y heroicas hazañas y obligados a hacerlas con dignidad.


Nuestro héroe Alejandro Magno

A Alejandro le pasó otro tanto, su madre le contó que quedó embarazada por un rayo enviado por el mismísimo Zeus y, lógicamente, de tal palo tal astilla.

Les contaron una inocente historia familiar a la que fielmente respondieron durante toda su vida.

Recordemos cuantas historias nos contaron en la infancia sobre nosotros mismos y cómo las creímos porque venían de los seres más fabulosos de la creación, nuestros padres. Cuantos cuentos sobre nosotros seguimos creyendo sin haberlos puesto nunca en duda, sin haber nunca comprobado si son o no ciertos.


Nuestra heroina María
Aun no pronunciamos las primeras palabras y ya estamos narrando “nuestra historia”.

Otros nos ayudan a llevar la mano sobre el papel de la biografía y nos dan ideas de qué poner en ella: ideas sobre quien y cómo es nuestro personaje y qué se puede esperar de él. Nos atribuyen características desde su óptica particular. Nos pasan sus gafas para ver la realidad y con ellas su modo de verse a sí mismos. Nos transmiten la carga de las palabras y la marca de las etiquetas.

Y es que los cuentos, como la memoria, nunca son inocentes. Algunos nos llevan a hacer cosas grandes, nos hacen sentirnos capaces, importantes. Otros nos producen tanto miedo y tanta inseguridad que nos paralizan durante toda la vida.

Tal vez una madre necesitada de afecto nos hará sentir débiles y necesitados de protección, y andaremos toda la vida buscando cobijo. Quizá una madre deportista verá nuestra habilidad para correr y saltar y nos hará sentir atletas, y ganaremos alguna medalla en el deporte escolar. Un padre agresivo y narcisista nos hará sentir sumisos y dependientes, y andaremos perdidos sin la “luz” de otro ser agresivo y narcisista.

Las historias infantiles nos enseñan que los sentimientos son misteriosos, incontrolables, vienen sin llamarlos, son mágicos y casi inmutables. No es cierto, podemos mejorar nuestra historia, nuestra biografía, empezando a ver que detrás de todo sentimiento que nos hace daño no hay más que pensamientos que podemos cambiar para sentir emociones mejores o menos malas.

Nuestro héroe David
Lo que sentimos, sobre nosotros y sobre los demás, son emociones basadas en cadenas de pensamientos. Y los pensamientos pueden estar equivocados, incompletos, mal formulados y hacernos sentir emociones que no corresponden tal vez a la realidad. Pueden ser pensamientos que otros depositaron en nuestro cerebro.

Cuanto sufrimiento nos proporcionan las etiquetas que otros nos colocaron y nosotros creemos, ¿verdad?

La ventaja de los pensamientos es que se pueden cambiar y con ello ayudamos a que cambien las emociones. Es posible que en nuestro libro el protagonista comience a pensar y sentir de otra manera y a creer que es capaz de hacer cosas distintas, cosas mejores.

Podemos mejorar la historia que comienzan a escribir nuestros hijos ayudándoles a elegir unas buenas características para su personaje, ayudándoles a dar los primeros pasos con unos ropajes verdaderamente hermosos con los que vivir la aventura de la vida, ayudándoles a saber que no pasa nada si en el camino se caen porque son fuertes para levantarse y seguir ( “levántate y anda”, una de las frases más potentes de la historia ), ayudándoles a descubrir las trampas que a veces nos tienden los pensamientos y que nos hacen sentir temor e inseguridad.

A menudo usamos las etiquetas en las relaciones personales porque son cómodas. Pero las etiquetas negativas son peligrosas, dañinas, injustas, parciales y usadas de padres a hijos contribuyen a pasar de generación en generación historias familiares llenas a veces de dolor.

Cuéntale una hermosa historia a tu hijo sobre si mismo, no lo dudes, creerá en ti y responderá a lo que de su personaje se espera. Y cuéntate una buena historia sobre ti mismo. Construye tu biografía.



1 comentario:

RoSa Zamora dijo...

Recuerdo una alumna que, con 40 años, me contaba, llorando, como toda su vida se había sentido intelectualmente inferior a los demás. Y todo porque su madre, cuando estaba en 1º de EGB hizo que repitiera curso ya que, por edad, no debía estar en ese. Ahora, con 40 años, había descubierto como en mis clases sus aportaciones eran muy apreciadas por el resto de compañeros. Lloraba de alegría -me decía- y a la vez de rabia por haber vivido tantos años con aquella falsa etiqueta.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...