Emoción y resolución de problemas: la importancia de saber preguntarse

Este post es una colaboración de J.A. González

Inteligencia EmocionalEl sentido y la amplitud con la que ante un problema nos formulamos preguntas, en principio para intentar encontrar su solución, explica, por una parte, cómo vemos realmente la circunstancia problemática y, por otra, determina  el sentido  y la amplitud de la respuesta que estamos dispuestos a dar. Las preguntas que nos formulamos son una muestra clara de nuestro modo de ver las relaciones humanas y nuestro estilo de reacción ante las demandas que éstas nos hacen.

Casi a diario me encuentro ante padres y madres que me formulan con cara de preocupación, y a menudo con una tremenda angustia, la siguiente pregunta: ¿Qué le pasa a mi hijo? ¿Qué es lo que tiene mi hija? Estas familias esperan una respuesta diagnóstica porque se han hecho una pregunta diagnóstica. Si al niño le pasa algo (problemas académicos, problemas de conducta, etc.…) tiene que existir una causa en él (neurológica, psicopatológica…), con un nombre (etiqueta) y una terapia que pueda poner en marcha el correspondiente especialista.

Casi a diario veo caras de estupefacción cuando, después de la evaluación del niño o la niña, ante la pregunta diagnóstica respondo que a éste no le pasa nada, que no tiene nada, que no hay una etiqueta (ni TDAH, ni dificultad de aprendizaje, nada…) que explique “lo que le pasa”. Lo lógico sería ver caras de alivio pero no ocurre así, los padres se quedan descolocados, defraudados, incluso más angustiados. ¿Y ahora qué?

Es el momento en el que suelo formular una nueva pregunta. ¿Qué es lo que no tiene tu hijo? ¿Qué es lo que no le pasa a tu hija que le debería pasar?

Inteligencia EmocionalLo mismo si probamos a darles el tiempo de relación con nosotros que no tienen, los hábitos que no tienen, el cariño que no tienen, los modelos que no tienen, las palabras que no tienen, la calma que no tienen, la seguridad que no tienen… Lo mismo comprobamos que en un 95% de los niños y niñas con problemas no son necesarios los diagnósticos psicopatológicos ni mucho menos los tratamientos farmacológicos, ni los terapeutas, ni los psicólogos… Lo mismo comprobamos que “lo que les pasa” es que no nos tienen.

Cambiar la pregunta ayuda a muchos padres y madres a encontrar una respuesta mejor, más amplia, más humana. Otras veces no consigo sacar a algunos de su angustia porque no hay manera de que cambien la pregunta. Debe ser que el diagnóstico centrado únicamente en el niño o la niña tristemente es más cómodo y descarga responsabilidad: un culpable abstracto, una etiqueta de manual diagnóstico y una pastilla cada ocho horas. 

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