Este Post es una colaboración de J.A. GONZÁLEZ.
Vivimos tan rodeados de miedo, y de todas aquellas precauciones, posibles e imposibles, que nos permiten conjurarlo, que hemos perdido tanto la capacidad de reconocer con anticipación el peligro como la capacidad de hacerle frente. Esto nos ocurre porque la reina de todas las estrategias antipánico consiste en ignorar. La ignorancia es confortable. Ahuyentamos nuestros temores “haciendo como que” únicamente existe aquello que nos interesa o atañe, negándonos a ver o a nombrar aquello que nos desagrada o nos causa temor. El ilusionismo de la seguridad. También los espantamos no entendiendo, no conociendo, viviendo ignorantes en un mundo confeccionado a la medida, llevadero y manejable, un mundo tan grande y complejo o tan pequeño y simple como venga bien a nuestro confort.
Vivimos tan rodeados de miedo, y de todas aquellas precauciones, posibles e imposibles, que nos permiten conjurarlo, que hemos perdido tanto la capacidad de reconocer con anticipación el peligro como la capacidad de hacerle frente. Esto nos ocurre porque la reina de todas las estrategias antipánico consiste en ignorar. La ignorancia es confortable. Ahuyentamos nuestros temores “haciendo como que” únicamente existe aquello que nos interesa o atañe, negándonos a ver o a nombrar aquello que nos desagrada o nos causa temor. El ilusionismo de la seguridad. También los espantamos no entendiendo, no conociendo, viviendo ignorantes en un mundo confeccionado a la medida, llevadero y manejable, un mundo tan grande y complejo o tan pequeño y simple como venga bien a nuestro confort.
Fukushima es un inmenso horror repleto tal vez de errores e imprevistos, no menos horror que Haití aunque si más rico. Horrores que no afectan nuestro bienestar porque cuando el horror se produce a partir de cierta distancia ésta nos ayuda a poner insensibilidad de por medio, nos ayuda a ignorar. Es como si nos dijésemos: “es algo tan grande y yo soy tan pequeño, además tan lejos, qué puedo hacer, nada”. Es verdad, hay acontecimientos enormes que nos superan. Es verdad, hay territorios tan lejanos que pierden realidad porque en este mundo global y temeroso lo real es tan solo lo próximo.
Pero nada aprendemos del miedo y el horror que otros viven, aunque estén lejos, sean pobres o ricos, si no nos lleva a la acción aquí en nuestra realidad, si no nos saca de nuestro confort ignorante haciendo que algo en nosotros cambie, por pequeño y doméstico que sea ese cambio.
In memoriam, no nos neguemos a conocer y a actuar.
Para la reflexión:
¿Ignorar nos hace inmunes?
¿Las dificultades existen únicamente cuando somos nosotros los que las padecemos?
¿El conocimiento nos hace tener más fortaleza, más solidaridad, ser verdaderamente globales, o puede hacernos sentir una angustia que no podemos superar?
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