Los ojos nos sirven para mirar, pero también para hablar. Ellos dicen lo que nosotros callamos. Cuando me siento incómodo, intimidado o cohibido, bajo los ojos, desvío la mirada. Si quien me habla lleva gafas de sol que me impiden ver sus ojos me siento en inferioridad de condiciones y ese escudo me incomoda.

Becquer lo expresó de manera preciosa en su poesía: el alma que hablar puede con los ojos / también puede besar con la mirada.
Sólo cuando dos personas se miran directamente a los ojos se establece conexión entre ellas. Para establecer esta conexión, ya sea de atracción
o de hostilidad, debemos mirar a los ojos de nuestro interlocutor el 70% del tiempo. Cuando hablo a un grupo de personas el contactar visualmente con todas ellas, pasando y deteniendo mi mirada en cada una de ellas es fundamental ya que de esta manera les implicamos y hacemos cómplices del momento.
Si estoy oyendo a alguien hago que se sienta realmente escuchado si cuando le miro a los ojos. Los niños cuando nos hablan demandan nuestra mirada, incluso giran nuestra cabeza hacia ellos como diciéndonos: “si me abres tus oídos, ábreme también tus ojos y mírame.”
La mirada es el potenciador de nuestras palabras, el catalizador de nuestras intenciones.
Si te interesala Comunicación No verbal te recomiendo este libro, todo un clásico que el autor va actualizando: El lenguaje del cuerpo: como interpretar a los demás a través de sus gestos. Pease, Allan. Amat Editorial, 2010.
Para la reflexión:
¿Eres consciente de dónde miras cuando saludas a alguien?
¿Cuando escuchas te esfuerzas en poner interés con la mirada?
¿Cuándo miras a tu interlocutor captas su actitud hacia el tema que estáis tratando?
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