El sabio le dijo al marinero:
- Usted debe saber mucha astronomía, ¿no es cierto? Toda la vida navegando, seguro que sabe orientarse muy bien por las estrellas…
- Pues, mire usted –le respondió el marino-; la verdad es que yo me muevo sólo de día y por esta costa que conozco como la palma de mi mano; pero de estrellas no sé nada de nada.
- Pero, hombre –exclamó el sabio-. No saber astronomía… ¡Ha perdido usted una cuarta parte de su vida privándose de esos conocimientos! Supongo que, al menos, matemáticas sí que sabrá usted.
- Pues mire, señor –replicó otra vez el marino-. Me defiendo con las cuatro reglas y con eso me basta. Para navegar a ojo, no necesito más.
- ¡Vaya, vaya! Es increíble. Ha perdido usted la mitad de su vida al haberse cerrado a esos conocimientos…!
En esto, el marinero le preguntó al sabio:
- Oiga, señor, y por un casual… ¿usted sabe nadar?
- ¿Nadar? Pues no, la verdad. He estado todo el tiempo ocupado con mis estudios y no he tenido ocasión de aprender.
- Pues, lo siento, señor, pero va usted a perder toda su vida entera porque tenemos una vía de agua y la barca se va a pique…