La persona asertiva es aquella
que respetando los derechos de los demás consigue mediante sus actos que los
demás respeten sus derechos. Es aquella persona que activamente se posiciona
ante los demás, ante las dificultades de la vida en sociedad, y se expresa de
modo no agresivo.
Llevamos décadas (de modo muy
intenso a partir de los 70) reduciendo nuestra mirada de la existencia a la
dimensión individual. De la realidad nos interesa únicamente aquello que tiene
que ver con nosotros mismos y nuestro pequeño microcosmos social (familia,
amigos, compañeros… realidad próxima). Pensamos que actuar para incidir en
mayores dimensiones sociales escapa a nuestras posibilidades ya que lo
realmente importante, por estar a nuestro alcance e influir en nuestras
emociones directas, es exclusivamente aquello que nos rodea. No es de extrañar
que el avestruz termine pensando que lo más maravilloso del mundo es el agujero
donde esconde la cabeza. Nos han enseñado a vivir con miedo, a vernos débiles y
a ser pasivos.
Me gustaría que fuese posible extender
el concepto asertividad al conjunto de la sociedad, a todos nosotros en cuanto
ciudadanos. La asertividad como virtud ciudadana. ¿Vivimos en una sociedad pasiva
que permanece inmóvil ante los desastres y padece calladamente sus
consecuencias? ¿Es la única solución pasar de repente al estallido violento?
Al individuo se le recomienda que
huya de la pasividad, que sea activo, y que esa actitud se aleje de las conductas
agresivas, en la búsqueda del respeto de los propios derechos. Por qué no
pedirle a nuestra sociedad, a nosotros como ciudadanos, una actitud proactiva,
asertiva en la defensa no violenta de nuestros derechos y de los derechos de
los que la forman, una actitud participativa alejada de la resignación.
Tenemos el derecho asertivo a
pensar y expresar de modo colectivo que esta sociedad no nos gusta, tenemos el
derecho a imaginar un mundo mejor y el derecho y la obligación de intentar
construirlo. ¿Qué pasaría si sacásemos la cabeza del agujero?
De momento contribuyo con un
poema.
Vivir de la mentira prisioneros
y negar tanta verdad ultrajada.
Acatar la sinrazón y el dinero,
admitir la vida como putada.
No ser alguien si no se es el
primero,
machacar al hermano hasta la
nada,
competir por llegar al sumidero.
Dejar vacía el alma, abandonada.
Si esto exigen feroces los
mercados,
¿les diremos amén arrodillados?